sábado, 14 de enero de 2012

El último vuelo



Siempre he preferido volar bajo. Volar bajo me permite esconderme rápidamente en el caso de que un peligro me amenace desde el cielo y no herirme gravemente si accidentalmente pierdo el equilibrio y mi cuerpo se precipita inexorablemente contra la superficie de la Tierra.
Nunca he tenido grandes aspiraciones. He considerado suicidas a esos animales que creen que pueden llegar a ser los jefes de la manada y conseguir el respeto de todos sin reparar en que algún día aparecerá un ejemplar mejor dotado que acabará por devorarlos.
Hoy es mi último vuelo. Hace tiempo que mis fuerzas se están acabando. Mis alas se resisten a desplegarse al amanecer. Cuando oscurece, los recuerdos, las preocupaciones, los sueños y las realidades se amontonan en mi pequeño cerebro sin ningún orden ni estructura, sin poder distinguir lo que he vivido realmente de lo que me hubiera gustado vivir.
Hoy es el gran día. Mi amigo Einstein me acompañará a la montaña más alta. Ésa, cuyo pico siempre ha quedado por encima de mis posibilidades. Ésa, que nunca he podido subir. Cuando llegue a la cima, me lanzaré para dejarme arrastrar por el viento y sobrevolar todo lo que hasta ahora ha sido mi vida. Desde arriba apenas podré reconocer el lugar donde nací, ni el nido donde compartí el amor, ni el parque donde vago todos los días acompañado de mi buen amigo Einstein.
Siento que toda mi vida no ha sido sino una preparación para este último vuelo. No me olvidéis.

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