martes, 1 de mayo de 2012

Gafas para no ver

Todos parecían felices. Hablaban, reían, se abrazaban, y lo que es más difícil, sonreían cuando nadie les miraba, sonreían en ese instante fugaz en que nuestra cara pierde su carácter de máscara social para reflejar angustia. “¿Qué pasará?”- pensó Luisa - “Tal vez ellos no sepan nada de la crisis económica, tal vez a ninguno le hayan bajado el sueldo, tal vez no tengan noticias del hambre en África, ni de tantos enfermos.” Luisa continuó llenando las copas de tan ilustres comensales. Se movía grácil y silenciosamente entre ellos escuchando sus animadas conversaciones y mirando con fascinación sus alegres semblantes. Ninguno de ellos advertía la presencia de la triste intrusa que repartía licores y canapés. Los rápidos y atareados pasos de Luisa trazaban caminos invisibles para los invitados. Al terminar el ágape, todos aplaudieron y el anfitrión repartió unas divertidas gafas como recordatorio de tan memorable noche. Las gafas eran negras para dar un aspecto misterioso al portador, y tenían una inscripción en la patilla “Gafas para no ver” . Luisa robó unas para llevárselas a sus hijos. Al salir se las puso y empezó a caminar sonriendo. -“Ahora lo entiendo todo”- murmuró para sí. Desgraciadamente, las gafas no pudieron evitar el dolor y la pobreza que le esperaban en su humilde hogar.

2 comentarios:

  1. Escribes muy bien Aurora, sabes hacer de una historia pequeñita una gran historia

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  2. Me gustó tu relato, con un final imprevisible.
    Te dejo un abrazo y te seguiré leyendo.

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